Julio César Pineda Estamos frente a un nuevo paradigma del desarrollo y una nueva revolución industrial La diplomacia alertó sobre el recalentamiento del planeta desde 1979 cuando en Ginebra se reunió la primera Conferencia Mundial sobre el clima, pero fue con la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático en la Conferencia de Río en 1992, cuando gobiernos y pueblos tomaron en serio esta amenaza. Con el Protocolo de Kyoto en 1977, se establecieron los compromisos para la reducción de emisiones de gases contaminantes y concilian el desarrollo con la ecología.
Después de la era industrial, la atmósfera ha concentrado gases con efecto invernadero especialmente con el gas carbónico (CO2) con el consecuente recalentamiento. Un efecto visible es derretimiento de las masas glaciales en Groenlandia y en el Antártico, si el hielo se funde, la geografía cambiaría, primero por la dilatación de las aguas superficiales y los glaciales flotando generando inmensas capas de agua y la elevación del nivel del mar destruyendo zonas costeras e islas. Además complicaría el acceso al agua dulce por la invasión e infiltración del agua salada.
La política no puede ser ajena a este desafío y menos la diplomacia, por eso la importancia de la Conferencia de Estocolmo en 1972 sobre el Medio Ambiente.
Desde 1951, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en Ginebra, los meteorólogos habían establecido intercambio y cooperación en los estudios del clima. Desde 1960 los satélites facilitaron la observación global. En la mencionada primera Conferencia de 1979 en Ginebra bajo el patrocinio de OMM, además del tema del recalentamiento para la sociedad, se consideró su efecto en la agricultura y la salud. En ese mismo año, los europeos firmaron la Convención sobre la contaminación atmosférica interestatal y las soluciones de carácter regional. En la década de los 70, científicos y políticos se preocupan por la desaparición de la capa de ozono en la región del Antártico, lo cual conduce a la adopción de la Convención de Viena sobre protección de la capa de ozono en 1985 y al Protocolo de Montreal de 1987, en éstos interviene la diplomacia y la política mundial.
En 1988, la OMM y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) establecieron grupos de expertos intergubernamentales sobre la evolución del clima, ellos presentaron en 1990 el primer informe sobre la ciencia del clima y los impactos del cambio climático en la sociedad y sobre la biosfera, allí se estableció el peligro inminente de los gases con efecto invernadero. En Europa, Francia, Noruega y Holanda, en La Haya, lograron en 1989 aprobar con la firma de 24 estados una declaración sobre la protección de la atmósfera sugiriendo a los demás Estados la lucha contra el calentamiento global.
En la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, la diplomacia y la política permitieron el encuentro de gobiernos y la sociedad civil para la toma de conciencia sobre desafío ambiental y el compromiso de todos. En esa oportunidad, especialistas y hombres de ciencia publicaron El Manifiesto de Heidelberg, denunciando la ideología mercantilista e irracional del progreso materialista.
El primer informe del grupo intergubernamental de expertos, sirvió de base para la primera Convención Cuadro de la ONU sobre el cambio climático adoptada en Nueva York en 1991 y terminada en la Conferencia de Río el 12 de junio de 1992 por jefes de Estados, así se llega al Protocolo de Kyoto, donde la ecología se ha hecho más política y más exigente con las grandes contaminaciones del planeta. Los países industrializados se comprometen a reducir el 5,2% de las emisiones contaminantes. Prevé la utilización de energías alternas y el derecho de comercio de emisiones y otros arreglos entre países del norte y del sur. La Unión Europea se comprometió a reducir el 8% y Kyoto, marca metas hasta el 2012. Ha sido un paso fundamental y demostró que es posible una nueva política del clima.
Las posteriores conferencias de Montreal en 2005 y Nairobi en 2006, han reafirmado la voluntad de un proceso global de lucha contra el cambio climático. Lo importante es que hoy se admite que los efectos colaterales del desarrollo económico puedan perturbar los equilibrios climáticos del planeta. Se debe abandonar el modelo energético de recursos fósiles, desarrollar una economía sin carbono, esencial para países ricos, pero también para las economías en desarrollo.
Es un nuevo paradigma del desarrollo y una nueva revolución industrial. Una nueva ética y una nueva política, todo exigirá una diplomacia diferente y mayor responsabilidad para los gobiernos.
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